Un manuscrito original de 1941, un montón de hojas de papel higiénico cosidas con hilo en la parte superior, cuatro cuentos infantiles y algunos dibujos realizados a lápiz; la pieza clave desde la que surge un pequeño universo hecho de metáforas de libertad, de infancia y de ausencia. Un universo que se materializa en exposición museográfica y que narra la historia y el contenido de los últimos relatos y poemas, los últimos pensamientos y acontecimientos de la vida de Miguel Hernández y el legado dedicado a su hijo Manuel Miguel Hernández Manresa, Manolillo.
Un proyecto emocionante, por lo cercano, y especial por su contenido, posiblemente los últimos escritos del poeta desde el Reformatorio de Adultos de Alicante al que llegó en 1941 y en el que falleció de tuberculosis unos meses más tarde, en marzo de 1942. Cuatro cuentos infantiles convertidos en un libro ilustrado por un compañero de prisión, Eusebio Oca; un último libro póstumo inacabado, el Cancionero y romancero de ausencias; correspondencia personal con su casa, con su Josefina, con su familia; juguetes hechos por el poeta y lecheras, portadores secretos de versos y relatos.
Por último, un espacio único y espectacular, la Antesala del Salón de Lectura María Moliner en la Biblioteca Nacional de España.